lunes, 12 de septiembre de 2022

CASA MONTALVÁN

 


  Para realizar esta síntesis del origen de la alfarería en Triana y de la Casa Montalván ha sido relevante la información que he encontrado en Internet publicada por Manuel Hellín, que manifiesta que el trabajo del barro ha sido una actividad esencial para explicar el barrio de Triana, que se remonta a época islámica, al entorno de los siglos XI o XII cuando empezó a crecer con fuerza a raíz de la construcción del Puente de Barcas y del Castillo de San Jorge y, prácticamente desde esa época, hay constancia de la presencia de hornos alfareros en el barrio.

    En esa época la actividad alfarera era bastante contaminante, ya que era necesario el funcionamiento de hornos a altas temperaturas que generaban mucho humo y por eso la autoridades residentes en El Alcázar querían que estas actividades estuviesen alejadas de aquel palacio. Triana, reunía esas condiciones de lejanía y además contaba con gran disponibilidad de su materia prima, un barro de gran calidad y esa fue la materia prima para la elaboración de azulejos cerámicos, que se empezaron a producir y que experimentaron un enorme auge sobre todo a partir del siglo XV.

    Fue fundamental la aportación que realizó Francisco Niculoso Pisano, un artista de origen italiano, asentado en el barrio, que introdujo la técnica para pintar en las piezas cerámicas antes de su cocción. De este modo fue posible hacer un repertorio iconográfico mucho más amplio, con la representación de escenas y motivos decorativos mucho más naturalistas y atractivos para los clientes.

    Prueba de ello fue el magnífico retablo cerámico de la Visitación que realizó Niculoso Pisano para la pequeña capilla personal que la reina Isabel la Católica tenía en el Alcázar. A partir de entonces la realización de azulejos cerámicos sería una constante en el barrio y su producción se iría adaptando sucesivamente a estilos como el mudéjar, el renacentista o el barroco.

    Desde finales del siglo XIX y en las primeras décadas del XX fue la época de mayor esplendor de la cerámica trianera, vinculada sobre todo a la difusión de la arquitectura regionalista. El regionalismo experimentaría un impulso definitivo a raíz de que se decidiera la celebración en Sevilla de la Exposición Iberoamericana de 1929.

    Esta circunstancia conllevó que los talleres trianeros funcionaran a pleno rendimiento, por lo que muchas de las grandes sedes de firmas cerámicas que han llegado hasta nuestros días corresponden a este período de finales del XIX y principios del XX, como Mensaque en San Jacinto, Santa Ana en San Jorge o Montalván en la calle Alfarería.

    La alfarería Montalván constituye una de las más hermosas en el barrio. Se conserva la sede del taller, que fue uno de los que tuvo una actividad más intensa entre 1910 y 1930. En la actualidad alberga un hotel, pero aun puede admirarse el magnífico conjunto de rótulos comerciales cerámicos que lo decoraron.

    Anexo a él y haciendo esquina con la calle Covadonga, se encuentra la llamada Casa Montalván, trazada por el arquitecto Juan Talavera y Heredia hacia 1927. Se trata de uno de los más destacados arquitectos de la época, que dejó con esta obra una preciosa joya del regionalismo en Triana. El objetivo del inmueble era el de servir como soporte expositivo para los trabajos cerámicos que se realizaban en el taller adjunto.

    Por eso tanto en su fachada como en sus estancias principales, está decorado con un magnífico conjunto de azulejería que permitía a los propietarios mostrar a posibles clientes la calidad de los trabajos que salían del taller. En la actualidad no queda ni un solo taller cerámico en activo en Triana.

Saludos cordiales

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